martes, enero 16, 2007

¡Catástrofe, los plebeyos se revelan!

Varias son las cosas que llamaron mi atención en la pasada edición del Divisadero. La primera fue la defensa casi lacrimógena realizada por Hugo Araya, sobre las acusaciones de las que fue sujeto por atreverse de manera claramente desafiante a los cuatro jinetes de la Patagonia (hecho innombrable en los mares políticos de la región); la segunda, fue la inconcebible reacción del mismo plebeyo ante las deidades locales...cómo osó, en pleno régimen democrático, retirarse sin haber escuchado las buenas nuevas que la realeza había de darnos por intermedio de sus juglarescas rimas, o sea, ¡cómo se fue de una conferencia si sólo había esperado 23 minutos!, esa es sin duda una falta de respeto para los que están inmediatamente bajo el sol...y lo peor, no haber imitado la servil actitud de los demás juglares, que sin importar la nieve, el viento o la eterna espera (esa que es más larga que la de Penélope) en pos de un bien mayor, que es divulgar las buenas nuevas por todo el reino. (como dato de la causa, muchos de esos...funcionan con fichas).

La tercera cosa que llamo mi humilde atención de escribano, fue la auto-defensa realizada por otro plebeyo del reino quien fue duramente fustigado por el delfín del Sol, también por osar a dirigirse y mirando a los ojos al Honorable Parlamentario, de manera furibunda, a ojos de todos ¡una herejía castigada sólo con la hoguera!; (que este plebeyo sea el presidente de los escribanos y juglares del reino y que al mismo tiempo sea quien asesora las comunicaciones del gobierno, secundado por una gran mayoría de otros escribanos del reino, pueda suponer un conflicto de intereses, creo que lo podemos ver en otra ocasión); el punto es que luego de las grandes cruzadas en contra de los seres de las tierras oscuras, muchos ganamos, de una u otra forma, el derecho a poder expresarnos libremente, y lo más importante, a poder tener una opinión diferente al resto, a poder decidir por nosotros qué queremos y que no.

Finalmente, que puedo decir en un reino donde no se puede disentir, que no se pueden difundir opiniones divergentes a las ya establecidas y repetidas una y otra vez por los sangres azules, y cuidado, no debemos olvidar que una mentira que se repite mucho, termina convirtiéndose en realidad. Estimados, probablemente esto me traiga algunas consecuencias, pero creo que es mi deber como ciudadano aportar con humor al debate con altura de miras. La sana discusión, sin dudas que nos ayuda a elevarnos como personas, en un régimen democrático.