martes, noviembre 22, 2005

Welcome to Coyhaique...

“Welcome to Balmaceda...”, fueron las primeras palabras que salieron por los parlantes del avión que me traía a esta nueva tierra, una especie de dimensión “hermosa y desconocida”, como lo diría el insigne periodista Mario Hugo.

Un viento de mierda que se colaba por al manga del avión fue lo primero que sentí cuando salí del avión, y una correa transportadora de equipaje, que paraba cada 5 minutos (y una chicharra que sonaba sin parar) producto de los mega-bolsos de los estudiantes que volvían a sus casas luego de una año de carrete subvencionado por sus padres o familiares en alguna universidad del “norte” (como les dicen acá en la XI Región), esas que están desde Puerto Montt hacia arriba...eso fue mi bienvenida.

Mientras esperaba mi bolso, trataba de buscar una explicación, auto-convincente, de por qué estoy acá, en el culo del mundo, y de ¡por qué esa maldita chicharra de la correa transportadora no deja de sonar! Busco uno de mis cigarrillos Moore (de puta como me decía una migo), lo enciendo y cuando estoy disfrutando de mis primeras bocanadas de humo, aparece una pequeña guardia vestida de azul y me dice que no puedo fumar, que no puedo fumar en se lugar. La miro, muy caballerosamente, miro a mi alrededor y veo que el sector en donde me prohíben fumar, (el mismo de la maldita chicharra que aún no para de sonar), no esta aislado del otro sector, en donde sí se puede fumar. No hay techo, sólo una pared de vidrio. Mientras le dirijo mi mejor sonrisa, pienso que si puse algo de atención en las clases de física, el humo sube, por lo que donde hubiese estado fumando, el humo inundaría de igual manera el pequeño aeropuerto de Balmaceda de Coyhaique, en la XI región...en el culo del mundo, o por lo menos de mí mundo. En fin, apague mi cigarro de puta y no pude encontrar una respuesta a mi decisión de dejar todo por venirme a trabajar a acá.

Llegué a Coyhaique sólo por ambición y por querer alejarme un rato de la ciudad y algunos de esos seres parecidos a un gusano o peor aún, a una lamprea, que se dicen “intelectuales”, “creadores audiovisuales”, “cineastas”, “creadores”, “músicos” o “empresarios” y en el mejor de los casos “amigos”, la cosa es que alguien me dijo que las lucas por estos lados eran buenas y la pega poca. Frente a esto y sin pensar demasiado, me vine, así, sin nada más que una maleta llena de ropa, libros y cd’s, en su mayoría piratas, y por supuesto mis viejas copias en VHS de algunas de mis películas favoritas.

Luego de una hora de viaje por una pampa cubierta de troncos blancos, llegué a la ciudad, a Coyhaique (o como me dijo un amigo sociólogo, a un pueblo en extinción o una ciudad naciente). Por lo poco que pude ver por la ventana del minibús, o “yazy” como le dicen acá, la vida comercial se vive en el centro de la ciudad. Todo concentrado y circunscrito a ese espacio urbano, nada para la periferia, nada para los sectores altos, nada. Todo en el centro.

Llegué a una pensión con nombre de río o un apellido o cualquier cosa, al verdad es que a estas alturas, y producto del cansancio, poco me importaba como se llamara la pensión. Perdón, Lodge (así le dicen por estos lados). La habitación era cómoda y la comida buena, el precio, como el mejor hotel de Santiago. Me recosté en la cama y comencé a mirar mi entorno. Mucha lana, muchos cacharros de greda y muchas fotos de los primeros seres que llegaron a estas tierras, aquí los llaman “los pioneros”, y que al contrario de Ponce de León, pareciera que algunos de ellos sí encontraron la Fuente de la Juventud, pero eso se los cuento después. La cosa es que luego de un rato decidí salir a recorrer mis nuevas calles, serían cerca de las siete de la tarde, me dio hambre y entré en un boliche, miré la carta y decidí lo que quería, y...justamente de eso no había, de lo otro tampoco y finalmente terminé comiendo lo que parece ser el plato típico de acá, pichanga caliente.

Al salir del boliche eran cerca de las 11 de la noche. Nadie en las calles, no autos, no people. Parece que la vida en realidad es más tranquila por estos lados, y eso que es viernes. Welcome to Coyhaique.