martes, agosto 28, 2007

Megadón 2112

El fin de semana me puse a escuchar el disco 2112 de Rush, ese que sacaron allá por el año 1976n y que cuenta la historia de un personaje que se revela por medio del arte y la música a la casta de sacerdotes sagrados, habitantes del templo de Syrinx. Estos seres controlan la vida del pueblo, dejándoles saber sólo lo que ellos quieren y evitando, mediante castigos, que las personas cuestionen sus preceptos o dejen de hacer las cosas por su propia voluntad. Dentro de todas las interpretaciones y acomodaciones que pudiera hacer cualquier persona. La carátula del disco es un pentagrama rojo que representa los equilibrios de la vida: el bien y el mal.

Esta producción puede ser muchas cosas más e interpretar infinidad de ideas, conceptos, filosofías o lo que se quiera, pero en ese momento y luego de leer algunos periódicos nacionales y locales, escuchar algunos noticieros regionales y ver por las 525 líneas el acontecer local, el 2112 me recordó una realidad muy cercana: "Me acuesto despierto, observando la desolación de Megadón. La ciudad y el cielo se convirtieron en uno, fusionándose en un solo plano, un vasto mar de gris. Las Lunas Gemelas, sólo dos pálidas esferas, dejan su rastro a través del cielo acerado. Solía pensar que tenía una buena vida aquí, sólo conectándome a mi máquina para el día, luego viendo TemploVisión o leyendo un TemploPeriódico en la noche”. Qué les parece, este es una traducción de las primera líneas de esta producción. Que cosa más trillada y clisé, podrán decir algunos o que tiene de nuevo eso podrían decir otros, pero los invito a pensar si esa monótona vida no es algo que podamos ver más cerca de lo que creemos.

A veces pienso que nosotros vivimos nuestro pequeño y fantasioso Megadón, regido por sacerdotes casi sagrados que muy pocas veces sabemos en que oscuras habitaciones toman sus decisiones; decisiones que por cierto afectan cada una de nuestras vidas. Me imagino a estas deidades dirigiendo nuestras vidas según sus propias conveniencias, anteponiendo intereses mezquinos, con la clara convicción de que cada uno de sus actos jamás serán juzgados ni menos cuestionados por los habitantes de Megadón, pero tengo la esperanza que eso cambie algún día, y no dudo que como sociedad estamos trabajando en ello, y al igual que el personaje de ésta historia podamos descubrir que podemos cambiar las cosas; que podemos y debemos cuestionar; que podemos y debemos inventar, expresar y por sobre todo pensar, (aunque un filósofo dijo que todo aquel que piensa es peligroso); pero todo eso teniendo que así como tenemos derechos, también tenemos deberes que cada uno debe saber cumplir.

Pero me fui para otro lado. Yo les estaba contando de este disco de Rush. La cosa es que el personaje aprendió a tocar guitarra, cosa prohibida por los sacerdotes. En su felicidad se las fue a mostrar a ellos, orgullosos de su descubrimiento. Por supuesto que los sacerdotes se preocuparon por la osadía de pensar y aprender nuevas cosas y destruyeron la guitarra, prohibiéndoles hablar siquiera de ella. Frente a esto a nuestro personaje no le quedo otra alternativa más que renunciar a la creación y vivir de sus recuerdos . (En realidad el loco se muere para escapar de la opresión intelectual de la que era presa, pero es muy fuerte para decirlo así no más).

“Aún veo la increíble belleza de las ciudades esculpidas y el puro espíritu del hombre revelado en las vidas y los trabajos de este mundo. Estaba sobrecogido por su belleza y entendí que veía una forma de vida completamente diferente, una forma que había sido aplastada por la Federación hace bastante tiempo. Ahora veo como se había perdido el sentido a la vida al perder todas estas cosas ..."

miércoles, agosto 22, 2007

Peatones y pajeros

O yo soy mal chofer o acá los peatones son como el forro. Fuertes palabras ¿cierto?, pero no son mías, se las escuche a un chofer de colectivo, que al parecer estaba más que tostado con sus conciudadanos. Mire, me dijo, yo manejo hace más de 20 años y desde que Coyhaique se empezó a llenar de autos y de pajeros, las calles están más peligrosas.

Me subí al colectivo a la salida de la oficina, luego de un día algo tenso. No habíamos avanzado un par de cuadras cuando de pronto un hábil y audaz ciudadano cruzó la calle en cualquier parte y cual profesional de las pistas, el piloto de mi negro auto lo esquivo al costo de casi golpear a otro vehículo que estaba a su lado. Como sólo íbamos los dos y en vista de la confianza generada en cuatro cuadras, le lanzó varias palabras de buena crianza al estúpido que casi nos provoca un accidente. Ve, son muy brutos estos viejos, no respetan nada, llegan y cruzan, y si uno los pasa a tocar...altiro amenazan con demanda, siendo que son ellos los imprudentes. Sip`o, así no más son...harto imprudentes, le dije con ese fluido típico de las conversaciones al interior de un colectivo.

Ya habíamos avanzado un par de cuadras más, cuando otro individuo que casí no se veía dentro de su tremendo “gip”, llegó y se cruzo por delante del humilde, pero esforzado, vehículo de pasajeros, en el cual yo iba por cierto. ¡Guena gueo’n!, ve, estos llegan y se tiran. Efectivamente, llegó y se tiro, sin ningún respeto por la vida humana. Frente a estos personajes me cuestionó eso que dicen que mientras más grande el auto y más prepotentes son, más chico lo tienen (el cerebro) y más macabeos son.

La cosa es que a esa altura el tostado era yo. El chofer que no dejaba de hablar, la radio que no deja de emitir rancheras; y si a lo anterior sumamos que la humedad dentro del auto era casi insoportable, mi estado de ánimo no era el mejor. Ya por calle Prat, la cosa se comenzó a poner más fea. Llegamos a los semáforos de la esquina “de las farmacias”. El chofer con las manos sudorosas pegadas al volante y sus ojos brillosos, más que esas luces de neón que todos tienen, esperando el cambio de luz. Tres, dos, uno y de rojo pasamos a verde. ¡Acelera!... y frena en seco. ¡Mierda!...ve...no le digo...llegan y cruzan. No habíamos avanzado un metro cuando una responsable madre con dos niños, una de la mano y el otro “ni por donde estuvo” cruzó la calle desafiando a la autoridad y contraviniendo todos las leyes publicadas en el diario oficial relacionadas con el transito.

Me faltaban cerca de 10 cuadras para llegar a mi destino y la aventura ya estaba empezando a tensar mi estado de ánimo. Creo que a más de alguien le ha pasado, así que estaría demás decirles la chacra que se arma entre autos y peatones en calle Prat al llegar a la esquina del “hipermercado regional”, ese de la salida de autos muy bien señalizada. La cosa es que por fin llegue a mi destino. Aburrido y apestado, me baje a media cuadra pensando en los peatones imprudentes que dejamos atrás y lo irresponsable que podemos llegar a ser, cuando de pronto escucho una bocina muy cerca de mis oídos. Sobresaltado, me corro un par de metros y pasa por mi lado un colectivo del cual salieron palabras de cariño hacia mi persona, palabras que por cierto respondí de la misma forma. Qué se cree el patudo, que aprenda a manejar mejor sería. Seguí cruzando la calle.

martes, agosto 07, 2007

¿Y qué pasa con los pacientes?

El otro día, en estas mismas páginas (diario El Divisadero) leía un comentario en el “así lo vi yo” en el que mi perspicaz colega aludía a ese extraño afán de algunos personajes, de cualquier índole, siempre ávidos de obtener unos centímetros en la prensa o que decir de unos segundo al aíre…un ego-orgasmo que sin duda los hará fumar un cigarrillo luego de tan placentera experiencia. Eso, en ningún caso es reprochable, muy por el contrario, a todos nos gustan unos segundos de exposición mediática y eventualmente un reconocimiento público salido de esa “chusma inconsciente” como denomino amablemente el primer Alessandri a los votantes…perdón, a la gente.

Con eso, me puse a revisar los diarios y a escuchar las radios, y me pude dar cuenta que hay un personaje casi desconocido por todos y que de un tiempo hasta esta parte a tomado una notoriedad bastante considerable, y que gracias a la asesoría (no siempre oportuna) de algún o alguna persona versada en las idas y venidas de los medios, lo a posicionado como un paladín de la salud criolla, y que ha venido a condimentar aún más la salobre realidad de nuestro sistema de salud.

Qué nuestro sistema de salud está como el forro, está como el forro. Que cada semana estamos pendientes de la “última” de salud, estamos pendientes. Que Alinco dijo, que la Seremi dijo y que el colegio de médicos dijo…dijeron. Y así vamos desde hace un tiempo bastante largo. Pero entre tanta declaración de guerra, me pregunto yo, como un simple ciudadano, usuario de las maravillas de nuestro Plan Auge, y habitual cliente de los hospitales…en dónde quedan los derechos de los pacientes. Esas personas que esperan durante varios meses ser atendidas y que de un rato para otro les dicen que no las van a recibir; o peor aún, donde esta la preocupación real por la salud de los demás cuando deben esperar por casi cinco meses el resultado de un examen tan delicado como lo es una biopsia (que por lo demás todavía no se sabe nada de eso). Al parecer, son ellos los últimos eslabones de esta cadena alimenticia.

Por qué el colegio médico hace conferencias de prensa en momentos en que deberían estar atendiendo pacientes, si el fin último de sus movilizaciones es una mejor atención para ellos. Por qué las movilizaciones son en horarios en que el ÚNICO centro médico popular de la región atiende y nos la hacen después de las seis de la tarde o será porque a esa hora atienden las consultas de aquellos que pueden pagar por la salud…en fin, como dijo un conocido “estamos fracasando mal”.

Con esto no estoy ni a favor ni en contra de nadie, sólo deseo expresar mi preocupación por quienes somos usuarios del sistema de salud pública.