martes, julio 31, 2007

DEPORTE EXTREMO URBANO…UNA MIRADA AL DESARROLLO TURÍSTICO DE LA CIUDAD

Hay quienes dicen que la capital de un país es el reflejo de toda la sociedad nacional. Bajo ese axioma podríamos decir que una capital regional es el reflejo de su pueblo. Me explico: en nuestra capital regional podemos encontrar reflejos de cada una de nuestras localidades, por lo que nuestros visitantes, con sólo estar un par de días en Coyhaique se pueden hacer una idea de todos nuestros atractivos turísticos; de nuestras costumbres (nótese que digo “nuestras”). Pero puede haber alguien que rebata esta postura, y que tire por tierra mi teoría, por lo que a continuación paso a sustentar mi hipótesis.

Si pasamos por el centro de nuestra ciudad en un día de lluvia nos podemos dar cuenta de que las pasarelas de la tan visitada y hermosa localidad de Tortel, la tenemos en cada esquina de nuestro centro comercial y administrativo, ¿o no?, si para cruzar las calles y no “meter las patas” al agua tenemos que pasar por ellas (incluso hay unas fuera de la muni…pero no le digan a nadie). Ahora, como ya tenemos agua y pasarelas, podemos agregarle el rafting que podemos ofrecer en Simpson, no en el río, sino en la calle Simpson. Es cosa de ver las corrientes que se forman calle abajo con sólo un poco de agua caída. Como ven, ya tenemos dos atractivos turísticos de muestra que los organismos competentes deberían comenzar a promocionar.

Pero no sólo de agua y pasarelas vive el turismo, también podemos dar muestras urbanas de trekking. Para que salir de la ciudad, si es cosa de tomar un colectivo que vaya por Av. Ogana y bajarse a la altura del centro educacional que dicen que ahí existe, y querer volver al centro. Para eso, el preparado deportista tiene dos opciones de trekking: la primera es volver por la misma ruta que lo llevó hasta allá, y que es una ruta corta o, tomar el recorrido más largo y agotador que es seguir las mismas calles de los medios de locomoción que desde ese punto lo llevarían al centro, claro que luego de recorrer medio Coyhaique…con lo que me acaba de aflorar otra alternativa turística, el city tour.

Como ven, son varias la alternativas de turismo extremo que podríamos tener en nuestra ciudad, y no debemos olvidar que también podríamos promover el jeep funrace, para todos los amantes del deporte tuerca. A ellos podríamos crearles un circuito de obstáculos partiendo por calle Lillo (esa que todavía no se sabe cuando va a estar operativa) para luego enviarlos a la zona de más alto riesgo…Freire con 12 de octubre, claro que la resistencia de materiales debe ser de alta exigencia.

En fin, creo que con esto de una u otra manera contribuyo al desarrollo turístico de nuestra ciudad, así que dejo las ideas lanzadas para comenzar a preparar nuestra temporada veraniega que ya se acerca.

martes, julio 24, 2007

10 Productos máximo...

Seis y media de la tarde, afuera hacia frio y tuve un día bastante agotador, así que pensé en pasar por el supermercado a comprar dos o tres cosas para tomar once mirando a esos monos amarillos que cada vez me hacen querer más a mi familia. La cosa es que decidí ser infiel al supermercado local (ese de la publicidad cursi) y pase al otro, ese que se dice “lleno de frescura”. Recorrí los pasillos en busca de algo que me tentara para comer a esa hora de la tarde. No sabía si quería algo dulce, salado, una mezcla de los dos o en definitiva no quería nada. Creo que a varios y varias nos ha pasado eso antes, queremos comprar algo sólo por comprar, por gastar dinero y, lo que es peor, tratamos de autoconvensernos de que “eso” que compramos era absolutamente necesario, y lo mejor que es que tratamos de convencer a otros de que es así para que sean ellos quienes reafirmen nuestra postura, en fin.

Una vez que decidí lo que quería llevar, agarré algo de queso, una bebida y una de esas pizas seriadas con ingredientes casi descontinuados. Con mi mercadería y el hambre que me mataba, tome el temido rumbo hacia las cajas con la férrea convicción de que esta vez habría poca gente y estaría habilitada alguna de esas eufemísticamente llamadas cajas rápidas...aunque a esas alturas me conformaba con una de esas “solo efectivo”. A medida que me acercaba podía ver como las colas de gente eran más largas de lo que yo esperaba y esos pititos de las cajas no dejaban de sonar. Desesperado miraba en busca de ese oasis que sería la famosa caja rápida, hasta que por fin al encotré...era la número 16. Su letrero a la altura de los ojos con letras grandes y legibles, y lo mejor de todo es que la caja traía un combo: máximo diez productos y ¡sólo efectivo! Había algo de gente, pero la poca espera valía la pena. Quedé como a 5 personas del cajero. Pero al ver que no avanzábamos, me pude dar cuenta de que la realidad caía sobre mi estomago hambriento con todo el peso de lo que significa la idiotez de mis congéneres.

Les explico: la caja, como dije anteriormente, tenía un tremendo letrero que anunciaba las condiciones en las que atendía (10 prod. Max. Y SÓLO EFECTIVO) y me van a creer que había un matrimonio con un ¡CARRO DE MERCADERÍA!, y obviamente gracias a ellos todo el proceso se demoraba. También había un cajero que no decía nada por defender el derecho de los 10 productos. Varios nos empezamos a molestar con la situación, pero obviamente nadie decía nada, hasta que sin pensarlo se me escapo un improperio por tal violación a las reglas claramente expuestas, lo que trajo como consecuencia la mirada furibunda de los aludidos, seguidos de esa sonrisa estúpida de “hay...no cache”. Luego de esos, mis encolerizados compañeros de fila comenzaron a alegar airadamente...a la chilena, o sea, por debajo, mirando para el lado mientras un ruido salía de sus bocas, claro que los más enojados lo hacían sentir con una fría mirada de odio hacia los rebeldes y un profundo suspiro, seguido de un “por Dios”, como si él tuviera algo que ver. En fin, ya había pasado un buen rato de eso cuando la guinda de la torta llegó. Pasaron los más de 10 productos y pagaron...¡CON UN CHEQUE!, me pueden creer, con un cheque, que para colmo la caja no reconoció (así q ue nos demorábamos aún más). Pero como un castigo divino, la caja no reconoció el cheque, y no lo reconoció no más, así que llegó una supervisora que sin pensarlo, mando a los “ágiles” a otra caja, por lo que tuvieron que hacer nuevamente una fila...más larga que la de nosotros. Justicia informática.

P.D.: Sabían que un par de años atrás salió un estudio que decía que más del 60% de los chilenos no sabia preparar un mamadera...leyendo las instrucciones. Por mucho tiempo me negué a creerlo, ese día...lo reafirmé.

miércoles, julio 11, 2007

“No tengo tiempo pa’ eso...”

Hay algunas veces en que tengo y debo escribir, pero no se me viene a la cabeza, o no tengo esa “inspiración” tan necesaria para todos los que no tenemos ese don de la escritura, y hoy (por ayer), me pasa esto. No sé de que escribir, no sé que poder contarles. Tampoco sé si quiero escribir algo jocoso o irónico, o quizás debiera escribir algo serio o por último contarles alguna copucha del submundo de la política (como los supuestos cambios de seremias de la que todos hablan por debajo). Quizás podría escribir de la renuncia del Pelao Acosta o de lo picantes que son algunos de nuestros futbolistas, más preocupadas de teñirse el pelo amarillo que de jugar bien a la pelota. Estoy en un dilema, tengo que escribir algo y no se me ocurre nada, y lo peor es que se que dentro de muy poco mi teléfono va a sonar preguntándome por mi columna y no tengo nada...nada.

Porque podría escribir de mi mala suerte cuando voy a comprar algo que, según yo, necesito; y luego de sacar cuentas, ver si realmente es necesario, y darle miles de vueltas por fin logro decidirme, llegó al negocio, pregunto por el ese tan necesario producto (porque no se si les pasa, pero siempre es necesario...aunque sea una lesera), la vendedora o vendedor me dice con su mejor cara...”sabe, no me queda, pero la próxima semana venga a darse una vuelta”. Esa frase “venga la próxima semana” o “me van a llegar” la he escuchado tanto que ya me da lo mismo e incluso voy a comprar con la predisposición y casi sabiendo que lo que voy a comprar...no va a estar.

También podría escribir sobre esos locales ya iDINtificados como malos en su atención, como la vez que quería comprar un refrigerador, y habiendo tres o cuatro ágiles vendedores conversando, supongo que de estrategias de ventas, no me atendió ni uno solo por más de 15 minutos en los que me dediqué a observarlos. Hay otros locales en donde cuando preguntó por las especificaciones técnicas de algún producto, el diligente vendedor corre a buscar el catálogo o la revista de promoción y muy educado me lee lo que allí aparece sin entender nada él ni menos yo. O sea, la preparación o el conocimiento del producto no existe.

O en una de esas, podría escribir mi experiencia al solicitar una cotización de un cable de micrófono en una tienda electrónica de calle Prat, a un costado de una librería con nombre de Pintor, local que por cierto también tiene nombre “extranjero” y la vendedora, muy amable ella y educada, sentada frente a un computador y hojeando la guía telefónica me dice “haaaaa, no tengo tiempo pa’ eso...estoy ocupa’...”, así de simple, así de corta.

En fin, ya se me acaba el tiempo de entrega y no se que escribir. La rabia de haber sido mal atendido, pese a mis buena disposición y buenos modales, no me dejan “inspirarme”, no dejan que salgan las ideas (las mismas que me han traído más de algún problema con gente que ni conozco), pero en fin, quizás este no sea el único día falto de letras, lo más probable es que me vuelva a suceder. Lo único que se me ocurre escribir es: les doy una DATA..no COMpren en cualquier tienda electrónica y privilegien la buena atención.

miércoles, julio 04, 2007

¡Casi me atropello un pajero!

El otro día un amigo me comentó, con ese lenguaje pulcro y amplio que tenemos, que casi lo atropellan a la salida de un supermercado de nuestra ciudad. “Venía saliendo a eso de las siete y media...cachai..., igual había su resto de neblina y hace caleta de frío...cachai...y a la salida del súper...¡casi me atropella un h****n, cachai, en un tremendo pajero!”, fueron sus cortas pero contundentes palabras. Me recalcó que a la salida del estacionamiento no hay nadie que indique que salen autos ni menos una baliza o una chicharra como se utiliza en países y lugares del primer mundo, no hay nada...nada.

En mi afán por ser el mejor, como dice una amiga, me fui en busca de tan peligroso lugar para escribir sobre él. Recorrí TODOS los supermercados y no podía dar con el mentado. Quizás sería por la hora y la oscuridad de la tarde que no lograba divisar el túnel por el cual deberían de salir los pajeros de Coyhaique. Desesperado miraba las paredes en busca de la señalética que dijera “Aquí estacionamiento”; agudice mi vista en busca de algún destello luminoso que me indicara, cual estrella de David, el lugar en cuestión y nada; pregunte a los transeúntes y ninguno sabía de tan peligroso estacionamiento. Ya con la idea de que mi amigo me hubiese estado mintiendo, decidí volver sobre mis pasos, pensando en que sí podría ser una mentira, ya que un lugar así debería de haberle causado problemas a más de un atento peatón, por lo que los reclamos ya serían pan de cada día, y en la radio...como se acostumbra por estos lares. En eso estaba cuando de pronto sentí un bocinazo, me doy vueltas y al igual que las liebres, quede paralizado con la luz cegadora (un disparo de nieve...) de un autentico pajero coyhaiquino...¡por fin di con el famoso estacionamiento subterráneo!

Con el remordimiento de no haberle creído a mi amigo, comencé a inspeccionar el lugar con mis propios ojos, y efectivamente...no había nada que indicara a los peatones que por ese agujero mal iluminado salían autos, camionetas, jeeps, pajeros, etc, etc. Y que potencialmente podrían ser victimas de algún accidente o por lo menos de tener que pasar un mal rato gratuitamente por la culpa de una pajero impertinente. Aunque debo decir a favor del estacionamiento que tiene un letrero que algo dice, y que como no tiene iluminación, no supe que leer en la tenue luz de la tarde, así que debo suponer que debe decir algo así como “salida de vehículos” o “cuidado que lo pueden atropellar”.

Ofuscado, pensé en clausurar el agujero con los mismos bloques de cemento que hay en la vereda a un costado de su entrada, pero no me los pude; mi otra opción fue haber ido a alguna radio a denunciar el hecho sin preguntar primero al responsable (cosa muy utilizada por muchos), pero me acorde de otro amigo que me dijo que en esos casos es medio complicado por razones que no recuerdo. Dentro de mi ira ciudadana pensé también en desviar el curso del río Simpson (el de la calle Simpson, no el otro) e inundar el subterráneo, pero no había llovido por esos días así que los caudales eran muy pobres. Sin más que hacer, decidí volver a casa, por supuesto que muy enojado y pensando como solucionar mi dilema, cuando de pronto un pajero casi me atropella, claro que esta vez no fue a la salida del agujero, sino que en plena calle, tampoco fue producto de la mala señalización de la calle sino simplemente porque el conductor iba hablando por teléfono celular, preocupado de cualquier cosa menos de conducir. Así que en ese minuto el foco de mi ira cambio del túnel mal iluminado al combate en contra de los celulares, los pajeros y sus malas prácticas.