El hermano sobreviviente
MARCELO LÓPEZ MARCHANT
¿Quién pensaría de buenas a primeras que Paul McCartney, así, flemático y todo british, fue quien "dio origen" a la más emblemática de las bandas neoyorkinas y acaso una de las más influyentes de la escena punk de la década de los 70? Pocos. Quizás, muy pocos.
Pero resulta que así fue. Aunque en realidad lo hizo sin saberlo o imaginarlo siquiera. Porque jamás hubiera pasado por la cabeza del ex Beatle que Douglas Colvin (más tarde Dee Dee Ramone), uno más de sus miles de fanáticos, bautizaría a su incipiente banda con el nombre que solía usar de incógnito en los hoteles cuando quería que nadie lo molestara. Es que había que ser demasiado beatlemaníaco como para saber ese pintoresco detalle.
Así las cosas, Paul McCartney originó a Paul Ramon, y éste precipitó el nacimiento de The Ramones, la agrupación más desfachatada, la más potente y cruda que haya salido de la Gran Manzana.
Corría 1974, y en un garaje de Forest Hills, uno de los tantos recovecos del barrio Queens (Nueva York), se juntaban tres muchachos a guitarrear canciones cortas, potentes y veloces. Eran John Cummings (guitarras), Jeffrey Hyman (batería y voz) y Douglas Colvin (bajo) -más conocidos como Johnny, Joey y Dee Dee, respectivamente- quienes tomarían el mentado alter ego de McCartney para nombrar así a la banda que rompería los esquemas de lo conocido musicalmente hasta ese entonces.
Herederos del rock tradicional aderezado con tintes de power-pop, los Ramones llegaban con su punk que sonaba como una ametralladora (o una sierra eléctrica), y que los situaba en la vereda contraria al enigmático rock progresivo de entonces. La fórmula era bastante simple. Pero también efectiva: sólo tres acordes en guitarra, melodías pegajosas y estribillos divertidos. Todo directo a la vena, en canciones que no duraban más de dos o tres minutos y que hablaban de cosas aparentemente "intrascendentes".
Hermano Ramone
A poco andar entraría en la formación Tom Erdelyi (Tommy Ramone), antiguo mánager que ahora las oficiaba de baterista, reemplazando a Joey, quien dejaba las baquetas para convertirse en la característica voz del grupo.
Quedaba así compuesta la familia Ramones, una pretensión musical que tomó carices serios cuando decidieron hermanarse más allá de los sonidos. Sí, porque ya no se trataba sólo de cuatro desgarbados muchachos -siempre vestidos con jeans azules y chaquetas de cuero- unidos por la circunstancia guitarrera. Eran hermanos en el amplio sentido de la palabra. En las buenas y en las malas. Por lo mismo, John, Jeffrey, Douglas y Tom dejaban atrás sus nombres "oficiales" (los que constaban en sus partidas de nacimiento) para pasar a ser simplemente Ramones, apelativo que también los compenetraría ante el mundo como partners en un mismo espíritu transgresor. Esa renuncia fue también el requisito "sine qua non" que debía cumplir todo aquel que osara ingresar al clan, lo que sucedería continuamente en los años venideros.
Con una imagen definida (rockeros estilo '50), y un repertorio más o menos llamativo, vinieron pronto las presentaciones en vivo. Partieron un agosto de 1974, en el recordado CBGB de Nueva York (donde también tocaron Talking Heads y Blondie), donde, sin hiperventilarse, presentaron 20 temas en poco más de... ¡15 minutos! Poca gente, pero buena recepción. Señal de lo que vendría.
No tardó en llegar el primer disco. Fue "Ramones", de 1976 (Sire Records), signado por oídos puristas y críticos estirados como una verdadera provocación. "¡Ofensa!", gritó más de alguno, espantado con ese insultante festín compuesto por 14 melodías veloces de letras desfachatadas interpretadas por sujetos que hacían del anarquismo y la rebeldía un estilo de vida sobre el escenario. Por lo mismo, algunas radios los censuraron y no faltaron organismos civiles que llamaron nada menos que a no comprar el disco.
Pero no todo era tan malo...
Primera piedra
Ese primer LP sería el punto de partida de todo un movimiento anclado en el frenesí y frescura de este nuevo estilo, que influenciaría tremendamente a generaciones venideras (como el grunge y el rock vintage, sólo por citar un ejemplo). Y los Ramones no hallaron nada mejor que ir a Inglaterra para promocionar su particular modo de ver la música.
Así llegaron a Londres, donde sucedió uno de aquellos sismos que cambian el orden de las cosas. En el Roundhouse, de la capital británica, se presentaron tres noches consecutivas ante un público aburrido de la inacción local y absolutamente conmovido por la anarquía sónica de la familia Ramones.
Y, ojo, que no era un público cualquiera. No, allí estaban, entre otros, Joe Strummer, Johnny Rotten y Sid Vicious, algunos de los integrantes de Sex Pistols y The Clash, que desde entonces se convertirían en contrapartes inglesas del punk-rock americano.
Ya en 1978, con otros dos discos a su haber ( "Leave Home" y "Rocket to Russia"), The Ramones aumenta la calidad y número de sus recitales. Asimismo, Tommy deja la batería para convertirse en productor, y se integra Marc Bell (Marky Ramone, en rigor), quien trae nuevos aires compositivos a la banda.
Comienzan los primeros roces entre Johnny (ya consolidado como líder musical de la hermandad) y Joey, que continuarían con los años. Incluidos engaños maritales y guerrillas a través de la prensa. Tras la partida de Tommy, llega "Road to Ruin", su cuarta placa (de donde proviene acaso su hit más recordado, "I wanna be sedated").
En los estertores de los '70 vinieron guiños al showbusiness. Comenzaba a gustarles el brillo del neón. Llegaron el infaltable disco en vivo ("It's Alive"), apariciones en películas y composiciones de bandas sonoras. El sello Ramones seguía creciendo.
Crisis y renacimiento
Con la llegada de los '80, los "hermanos" Ramone harían realidad un sueño: trabajar con el afamado productor Phil Spector, creador del concepto "muro del sonido" que apostaba por dar protagonismo al estudio de grabación en la labor creativa de un músico.
Pero las cosas no resultarían del todo bien. Perfeccionista hasta la médula, el hombre que trabajó con Tina Turner, los Beatles y John Lennon -entre otros- los encerró por varias semanas en un estudio tocando una y otra vez los mismos temas, hasta lograr el sonido perfecto, algo que contrariaba el relajado y rebelde espíritu de los pelilargos rockeros. Incluso se cuenta que Spector amenazó con una pistola en la sien al mismísimo Dee Dee, insatisfecho con la labor de éste. El resultado del sacrificio fue el comercialmente correcto "End of Century".
Enfrentados a los nuevos tiempos musicales, el cuarteto comenzó a sufrir el desgaste y la influencia del glamoroso pop de aquella década. Dos discos más en su currículo ("Pleasant Dreams" y "Subterranean Jungla") no lograron convencer a los críticos y, peor aún, no acallaron las constantes disputas internas entre Johnny, Dee Dee y Joey, que ya comenzaban a pasarles la cuenta.
Nuevos integrantes
Sale Marky y entra Richard Reinhardt (Richie Ramone). Tres discos más ("Too Tough to Die", "Animal Boy" y "Halfway to Sanity") confirman la vuelta a los orígenes y la vigencia de un grupo que se resiste a morir. En el intertanto vinieron reconocimientos (single del año 1986, mejor disco por "Animal Boy", primer número uno con "Howling at the moon"), giras alrededor del mundo, una placa compilatoria ("Ramonesmania"), cambio de sello con el disco "Brain Drain" (1989), la vuelta de Marky al grupo, la partida de Dee Dee (las oficiaría de rapero, sin mucho éxito) y el ingreso del joven Chris Ward (CJ Ramone) como nuevo bajista.
El vendaval Ramones parecía que no paraba.
En los '90, aparentemente llegaría la reinvención. Pero no fue así. Al parecer, el mundo ya no requería cánticos juguetones con olor a rebeldía. Se acercaba el fin.
Sire, su antigua casa discográfica, reedita sus cuatro primeros discos, más otras rarezas inéditas, mientras Joey se recuperaba de un grave accidente.
De vuelta en los escenarios, las actuaciones se sucedieron (tocaron junto a Iggy Pop y Sonic Youth) y hasta se dieron mañas para aparecer en otra película ("Car 54, where are you?", de Bill Fishman).
Se notaban ya más adultos, alejados de aquel estereotipo eternamente lúdico e inmaduro que los caracterizó por más de 15 años. Incluso les sobrevino un ataque de conciencia cívica cuando, en julio de 1991, Marky y Joey participaron en "Rock the Vote", que promovía la captación de votantes y la participación juvenil en política. O sea, de aquellos desgarbados anarquistas, poco quedaba.
"Mondo Bizarro", "Acid Eaters" (cobres) y "Adios Amigos!" representan su último y maduro período productivo, apoyados en la composición de un retornado Dee Dee. Sabían que ya no había mucho que hacer. La despedida comenzaba a gestarse. En 1996 decidieron bajar el telón con conciertos en Nueva York, Buenos Aires, Loolapalooza y Los Angeles. El show había terminado.
Muertes prematuras
Con el nuevo milenio sobrevino la tragedia. El 15 de abril de 2001, a los 49 años, muere Joey Ramone producto de un linfoma. Dejó como póstumo legado su disco solista "Don't worry about me". Al año siguiente, un 5 de junio de 2002, fallece Dee Dee Ramone por una sobredosis de heroína. Tenía 50 años.
Y la historia roza su triste final con la partida del último miembro original, Johnny Ramone, quien muere en un hospital de Los Angeles, un 15 de septiembre de 2004, después de lidiar con un cáncer de próstata por casi 5 años.
Sin embargo, el legado perdura hoy sobre los hombros de Marky y su banda The Intruders, herederos del punk fundado por el cuarteto neoyorkino y que se presentaron esta semana en Chile (Valparaíso y Santiago). Fue una oportunidad única para todos su fieles seguidores chilenosver en el escenario al último sobreviviente de una hermandad que lo resistió todo, menos el cruel paso del tiempo.
¿Quién pensaría de buenas a primeras que Paul McCartney, así, flemático y todo british, fue quien "dio origen" a la más emblemática de las bandas neoyorkinas y acaso una de las más influyentes de la escena punk de la década de los 70? Pocos. Quizás, muy pocos.
Pero resulta que así fue. Aunque en realidad lo hizo sin saberlo o imaginarlo siquiera. Porque jamás hubiera pasado por la cabeza del ex Beatle que Douglas Colvin (más tarde Dee Dee Ramone), uno más de sus miles de fanáticos, bautizaría a su incipiente banda con el nombre que solía usar de incógnito en los hoteles cuando quería que nadie lo molestara. Es que había que ser demasiado beatlemaníaco como para saber ese pintoresco detalle.
Así las cosas, Paul McCartney originó a Paul Ramon, y éste precipitó el nacimiento de The Ramones, la agrupación más desfachatada, la más potente y cruda que haya salido de la Gran Manzana.
Corría 1974, y en un garaje de Forest Hills, uno de los tantos recovecos del barrio Queens (Nueva York), se juntaban tres muchachos a guitarrear canciones cortas, potentes y veloces. Eran John Cummings (guitarras), Jeffrey Hyman (batería y voz) y Douglas Colvin (bajo) -más conocidos como Johnny, Joey y Dee Dee, respectivamente- quienes tomarían el mentado alter ego de McCartney para nombrar así a la banda que rompería los esquemas de lo conocido musicalmente hasta ese entonces.
Herederos del rock tradicional aderezado con tintes de power-pop, los Ramones llegaban con su punk que sonaba como una ametralladora (o una sierra eléctrica), y que los situaba en la vereda contraria al enigmático rock progresivo de entonces. La fórmula era bastante simple. Pero también efectiva: sólo tres acordes en guitarra, melodías pegajosas y estribillos divertidos. Todo directo a la vena, en canciones que no duraban más de dos o tres minutos y que hablaban de cosas aparentemente "intrascendentes".
Hermano Ramone
A poco andar entraría en la formación Tom Erdelyi (Tommy Ramone), antiguo mánager que ahora las oficiaba de baterista, reemplazando a Joey, quien dejaba las baquetas para convertirse en la característica voz del grupo.
Quedaba así compuesta la familia Ramones, una pretensión musical que tomó carices serios cuando decidieron hermanarse más allá de los sonidos. Sí, porque ya no se trataba sólo de cuatro desgarbados muchachos -siempre vestidos con jeans azules y chaquetas de cuero- unidos por la circunstancia guitarrera. Eran hermanos en el amplio sentido de la palabra. En las buenas y en las malas. Por lo mismo, John, Jeffrey, Douglas y Tom dejaban atrás sus nombres "oficiales" (los que constaban en sus partidas de nacimiento) para pasar a ser simplemente Ramones, apelativo que también los compenetraría ante el mundo como partners en un mismo espíritu transgresor. Esa renuncia fue también el requisito "sine qua non" que debía cumplir todo aquel que osara ingresar al clan, lo que sucedería continuamente en los años venideros.
Con una imagen definida (rockeros estilo '50), y un repertorio más o menos llamativo, vinieron pronto las presentaciones en vivo. Partieron un agosto de 1974, en el recordado CBGB de Nueva York (donde también tocaron Talking Heads y Blondie), donde, sin hiperventilarse, presentaron 20 temas en poco más de... ¡15 minutos! Poca gente, pero buena recepción. Señal de lo que vendría.
No tardó en llegar el primer disco. Fue "Ramones", de 1976 (Sire Records), signado por oídos puristas y críticos estirados como una verdadera provocación. "¡Ofensa!", gritó más de alguno, espantado con ese insultante festín compuesto por 14 melodías veloces de letras desfachatadas interpretadas por sujetos que hacían del anarquismo y la rebeldía un estilo de vida sobre el escenario. Por lo mismo, algunas radios los censuraron y no faltaron organismos civiles que llamaron nada menos que a no comprar el disco.
Pero no todo era tan malo...
Primera piedra
Ese primer LP sería el punto de partida de todo un movimiento anclado en el frenesí y frescura de este nuevo estilo, que influenciaría tremendamente a generaciones venideras (como el grunge y el rock vintage, sólo por citar un ejemplo). Y los Ramones no hallaron nada mejor que ir a Inglaterra para promocionar su particular modo de ver la música.
Así llegaron a Londres, donde sucedió uno de aquellos sismos que cambian el orden de las cosas. En el Roundhouse, de la capital británica, se presentaron tres noches consecutivas ante un público aburrido de la inacción local y absolutamente conmovido por la anarquía sónica de la familia Ramones.
Y, ojo, que no era un público cualquiera. No, allí estaban, entre otros, Joe Strummer, Johnny Rotten y Sid Vicious, algunos de los integrantes de Sex Pistols y The Clash, que desde entonces se convertirían en contrapartes inglesas del punk-rock americano.
Ya en 1978, con otros dos discos a su haber ( "Leave Home" y "Rocket to Russia"), The Ramones aumenta la calidad y número de sus recitales. Asimismo, Tommy deja la batería para convertirse en productor, y se integra Marc Bell (Marky Ramone, en rigor), quien trae nuevos aires compositivos a la banda.
Comienzan los primeros roces entre Johnny (ya consolidado como líder musical de la hermandad) y Joey, que continuarían con los años. Incluidos engaños maritales y guerrillas a través de la prensa. Tras la partida de Tommy, llega "Road to Ruin", su cuarta placa (de donde proviene acaso su hit más recordado, "I wanna be sedated").
En los estertores de los '70 vinieron guiños al showbusiness. Comenzaba a gustarles el brillo del neón. Llegaron el infaltable disco en vivo ("It's Alive"), apariciones en películas y composiciones de bandas sonoras. El sello Ramones seguía creciendo.
Crisis y renacimiento
Con la llegada de los '80, los "hermanos" Ramone harían realidad un sueño: trabajar con el afamado productor Phil Spector, creador del concepto "muro del sonido" que apostaba por dar protagonismo al estudio de grabación en la labor creativa de un músico.
Pero las cosas no resultarían del todo bien. Perfeccionista hasta la médula, el hombre que trabajó con Tina Turner, los Beatles y John Lennon -entre otros- los encerró por varias semanas en un estudio tocando una y otra vez los mismos temas, hasta lograr el sonido perfecto, algo que contrariaba el relajado y rebelde espíritu de los pelilargos rockeros. Incluso se cuenta que Spector amenazó con una pistola en la sien al mismísimo Dee Dee, insatisfecho con la labor de éste. El resultado del sacrificio fue el comercialmente correcto "End of Century".
Enfrentados a los nuevos tiempos musicales, el cuarteto comenzó a sufrir el desgaste y la influencia del glamoroso pop de aquella década. Dos discos más en su currículo ("Pleasant Dreams" y "Subterranean Jungla") no lograron convencer a los críticos y, peor aún, no acallaron las constantes disputas internas entre Johnny, Dee Dee y Joey, que ya comenzaban a pasarles la cuenta.
Nuevos integrantes
Sale Marky y entra Richard Reinhardt (Richie Ramone). Tres discos más ("Too Tough to Die", "Animal Boy" y "Halfway to Sanity") confirman la vuelta a los orígenes y la vigencia de un grupo que se resiste a morir. En el intertanto vinieron reconocimientos (single del año 1986, mejor disco por "Animal Boy", primer número uno con "Howling at the moon"), giras alrededor del mundo, una placa compilatoria ("Ramonesmania"), cambio de sello con el disco "Brain Drain" (1989), la vuelta de Marky al grupo, la partida de Dee Dee (las oficiaría de rapero, sin mucho éxito) y el ingreso del joven Chris Ward (CJ Ramone) como nuevo bajista.
El vendaval Ramones parecía que no paraba.
En los '90, aparentemente llegaría la reinvención. Pero no fue así. Al parecer, el mundo ya no requería cánticos juguetones con olor a rebeldía. Se acercaba el fin.
Sire, su antigua casa discográfica, reedita sus cuatro primeros discos, más otras rarezas inéditas, mientras Joey se recuperaba de un grave accidente.
De vuelta en los escenarios, las actuaciones se sucedieron (tocaron junto a Iggy Pop y Sonic Youth) y hasta se dieron mañas para aparecer en otra película ("Car 54, where are you?", de Bill Fishman).
Se notaban ya más adultos, alejados de aquel estereotipo eternamente lúdico e inmaduro que los caracterizó por más de 15 años. Incluso les sobrevino un ataque de conciencia cívica cuando, en julio de 1991, Marky y Joey participaron en "Rock the Vote", que promovía la captación de votantes y la participación juvenil en política. O sea, de aquellos desgarbados anarquistas, poco quedaba.
"Mondo Bizarro", "Acid Eaters" (cobres) y "Adios Amigos!" representan su último y maduro período productivo, apoyados en la composición de un retornado Dee Dee. Sabían que ya no había mucho que hacer. La despedida comenzaba a gestarse. En 1996 decidieron bajar el telón con conciertos en Nueva York, Buenos Aires, Loolapalooza y Los Angeles. El show había terminado.
Muertes prematuras
Con el nuevo milenio sobrevino la tragedia. El 15 de abril de 2001, a los 49 años, muere Joey Ramone producto de un linfoma. Dejó como póstumo legado su disco solista "Don't worry about me". Al año siguiente, un 5 de junio de 2002, fallece Dee Dee Ramone por una sobredosis de heroína. Tenía 50 años.
Y la historia roza su triste final con la partida del último miembro original, Johnny Ramone, quien muere en un hospital de Los Angeles, un 15 de septiembre de 2004, después de lidiar con un cáncer de próstata por casi 5 años.
Sin embargo, el legado perdura hoy sobre los hombros de Marky y su banda The Intruders, herederos del punk fundado por el cuarteto neoyorkino y que se presentaron esta semana en Chile (Valparaíso y Santiago). Fue una oportunidad única para todos su fieles seguidores chilenosver en el escenario al último sobreviviente de una hermandad que lo resistió todo, menos el cruel paso del tiempo.