¡Existe Otro Coyhaique!
Muchos han dicho que una película puede mostrar la cultura y vida de una sociedad, a veces, mucho mejor que un sociólogo que trabaja de bufanda al cuello y calefaccionado con algún calentador a gas en alguna oficina. En el caso chileno eso se vio muy bien reflejado en los primeros largometrajes allá por los años 30. “Norte y Sur” de Jórge Délano de 1934; “Hombres del sur” (1938) de Juan Pérez Berrocal o “Dos corazones y una tonada” filmada en 1939 y dirigida por Carlos García Huidobro. Esas cintas nos mostraban un Chile hermoso y rural, lleno de tradiciones y costumbres. Largas tomas de los campos y animales mezcladas con primeros planos del huaso chileno valiente y esforzado, daban cuenta de las alegrías y penurias de los hombres que comenzaron a forjar nuestra patria en los campos agrestes regentados por algún terrateniente adinerado...pero eso fue hace más de 70 años atrás, hoy existe otro Chile, un Chile moderno, respetuoso de sus tradiciones pero vistos desde el prisma de la modernidad. Y así como hay un Chile nuevo, también hay un Coyhaique nuevo, moderno, creciente y casi digital.
Durante la semana recién pasada se celebró la semana del pionero, que muchos confunden con la semana del gaucho. Varios fueron los actos y muchos los reconocimientos. El amor a esta tradición es vista en pocas ciudades de nuestro país, lo que la hace muy valorable, sobre todo por los extranjeros que nos vistan, a quienes siempre les han atraído las celebraciones nativo-aborigen-exótico, “tipical chilean”, será porque ellos poco a poco enterraron todo vestigio de quienes vivían en sus tierras siglos atrás, no lo sé y me da igual. La cosa es que además de la celebración, la cual respeto mucho, me he dado cuenta que en cada pueblo de la región no hay festejo sin Chamamé, y es casi una herejía no reconocer a sus pioneros. La literatura, escritos, proyectos, columnas, libros y actividades culturales, están plagadas de eso, pero del nuevo Coyhaique...nada. Pareciera ser que nadie quiere escribir del pionero (o gaucho) que vestido de bombachas y alpargatas hace llamadas por celular, nadie escribe sobre las señoras, que apenas saben escribir su nombre, se asocian, ganan proyectos y promocionan sus productos por Internet gracias al e-mail. Señores, existe otro Coyhaique, un Coyhaique que poco a poco se integra al mundo y a Chile (eso que queda de Pto. Montt al norte).
En nuestra ciudad ahora encontramos cyber-cafés; ya no preguntamos por el teléfono, la pregunta es otra “teni meil”; hay una juventud conectada a cables y dispositivos de almacenamiento masivo; sus visión y conocimiento del mundo pasan por un módem conectado sus cerebros y sus tímpanos los tienen casi ionizados con los fonos del “mp3”. Las oficinas públicas ahora exigen boleta electrónica, tenemos tradicionales locales en donde junto a la foto del pionero con su pilchero hay un adhesivo que dice “Zona Wi-Fi”...¡hasta tenemos escaleras mecánicas en un local comercial!
Frente a esto, hay otro Coyhaique esperando a ser retratado hasta que nuestros vecinos y visitantes nos dejen de ver como un lugar exótico, casi rural. Es hora de que ellos comienzen a leer sobre el choque cultural que hemos sufrido; que lean sobre nuestras influencias chilota y argentina pero también de las que tenemos de Estados Unidos y Europa, influencias que les digan que nosotros estamos tan la día como ellos, y que nos somos una isla sino que somos parte de un todo.
Quizás habrá quien diga que escribo porque no pertenezco a este lugar, otros lo verán como una herejía. Otros compartirán este punto de vista. Todo vale. Los artistas, escritores y finalmente todos tenemos el deber moral de contar historias donde reflejemos el país real, el Coyhaique real, no el mítico. En la justa medida en que dejemos de desempolvar el pasado, el chamamé, la cueca y toda la parafernalia con olor a naftalina que desembalamos en cada una de nuestras ceremonias cívicas, todo bien. Mientas haya gente que sepa lo que esta pasando, que sepa a donde vamos, que no le teme al futro, que critique y huela y se exprese, todo bien, no tendremos de que preocuparnos. Todo lo contrario.
Durante la semana recién pasada se celebró la semana del pionero, que muchos confunden con la semana del gaucho. Varios fueron los actos y muchos los reconocimientos. El amor a esta tradición es vista en pocas ciudades de nuestro país, lo que la hace muy valorable, sobre todo por los extranjeros que nos vistan, a quienes siempre les han atraído las celebraciones nativo-aborigen-exótico, “tipical chilean”, será porque ellos poco a poco enterraron todo vestigio de quienes vivían en sus tierras siglos atrás, no lo sé y me da igual. La cosa es que además de la celebración, la cual respeto mucho, me he dado cuenta que en cada pueblo de la región no hay festejo sin Chamamé, y es casi una herejía no reconocer a sus pioneros. La literatura, escritos, proyectos, columnas, libros y actividades culturales, están plagadas de eso, pero del nuevo Coyhaique...nada. Pareciera ser que nadie quiere escribir del pionero (o gaucho) que vestido de bombachas y alpargatas hace llamadas por celular, nadie escribe sobre las señoras, que apenas saben escribir su nombre, se asocian, ganan proyectos y promocionan sus productos por Internet gracias al e-mail. Señores, existe otro Coyhaique, un Coyhaique que poco a poco se integra al mundo y a Chile (eso que queda de Pto. Montt al norte).
En nuestra ciudad ahora encontramos cyber-cafés; ya no preguntamos por el teléfono, la pregunta es otra “teni meil”; hay una juventud conectada a cables y dispositivos de almacenamiento masivo; sus visión y conocimiento del mundo pasan por un módem conectado sus cerebros y sus tímpanos los tienen casi ionizados con los fonos del “mp3”. Las oficinas públicas ahora exigen boleta electrónica, tenemos tradicionales locales en donde junto a la foto del pionero con su pilchero hay un adhesivo que dice “Zona Wi-Fi”...¡hasta tenemos escaleras mecánicas en un local comercial!
Frente a esto, hay otro Coyhaique esperando a ser retratado hasta que nuestros vecinos y visitantes nos dejen de ver como un lugar exótico, casi rural. Es hora de que ellos comienzen a leer sobre el choque cultural que hemos sufrido; que lean sobre nuestras influencias chilota y argentina pero también de las que tenemos de Estados Unidos y Europa, influencias que les digan que nosotros estamos tan la día como ellos, y que nos somos una isla sino que somos parte de un todo.
Quizás habrá quien diga que escribo porque no pertenezco a este lugar, otros lo verán como una herejía. Otros compartirán este punto de vista. Todo vale. Los artistas, escritores y finalmente todos tenemos el deber moral de contar historias donde reflejemos el país real, el Coyhaique real, no el mítico. En la justa medida en que dejemos de desempolvar el pasado, el chamamé, la cueca y toda la parafernalia con olor a naftalina que desembalamos en cada una de nuestras ceremonias cívicas, todo bien. Mientas haya gente que sepa lo que esta pasando, que sepa a donde vamos, que no le teme al futro, que critique y huela y se exprese, todo bien, no tendremos de que preocuparnos. Todo lo contrario.